jueves, 24 de septiembre de 2009

¿Qué valora más la sociedad: ser sincero, complaciente o callado?


Me hago esta pregunta tras recibir una amonestación por una crítica que escribí la semana pasada acerca de un evento desarrollado en mi ciudad.

Mirándolo con perspectiva, es un tema que inunda nuestro mundo. En política, por ejemplo. La estrategia de rabiante actualidad de los grandes partidos democráticos de nuestro país se basa en la complacencia del aspirante a votante, pero no en la defensa de los ideales puros de la propia denominación. Esto lleva a que se sacrifique la transparencia electoral y política a través del "todo vale". Y sí, partidos de izquierda (de derecha también, que conste) utilizan el lema que resume el pensamiento de Maquiavelo El fin justifica los medios para sus propios objetivos (económicos a fin de cuentas, porque mantenerse en el poder lleva a enriquecerse).

Pero esta cuestión transciende al día a día. La gente siempre prefiere una sonrisa hipócrita que una opinión verdadera. Realmente, a todos nos gusta que nos digan que lo hacemos todo perfectamente. ¿Eso es malo? Simplemente es normal. En estas condiciones, poco a poco, uno aprende a discernir las felicitaciones sinceras de las recubiertas de decepción (¡o envidia!). Sólo debemos no establecer la máxima autoridad en las 3F (Family, Friends and Fools) y saber identificar, también, cuando una crítica está cargada de odio (tiene que haber motivos personales, claro).

Yo prefiero ser sincero.

No hay comentarios: